«Trás-os-Montes» de Julio Llamazares, en el club de lectura virtual

Los clubes de lectura son una de las actividades con mayor arraigo y participación de las bibliotecas públicas. El Sistema bibliotecario de Castilla y León dispone de más de 60 clubes activos. Desde 2017, existe además un club de lectura virtual que se lleva a cabo de forma compartida por todas las bibliotecas de la red.

En este club de lectura virtual, cada mes, una biblioteca de la red presenta un libro. Usando como plataforma el blog clubdelecturavirtualcyl, los coordinadores dinamizan las lecturas y animan a la participación de los lectores inscritos para que, por medio de sus comentarios, hagan atractiva esta experiencia.

En marzo de 2023, la Biblioteca Municipal de Villamayor, localidad del alfoz salmantino, coordina el club de lectura virtual. Ha seleccionado «Trás-os-Montes (un viaje portugués)», libro con el que el leonés Julio Llamazares regresa a la literatura de viaje. En esta obra publicada en 1998, Julio Llamazares, nombre clave en la novelística española reciente, despliega su talento narrativo y su profunda capacidad de observación del paisaje y del paisanaje.

La opinión de Manuel Rico

Julio Llamazares es uno de los pocos narradores de la “cosecha” literaria española de los años ochenta que ha frecuentado la literatura de viajes. […] en esta entrega de Letras viajeras viajamos algo más lejos: saltamos la frontera entre España y Portugal y nos perdemos por las ciudades, caminos y carreteras de Trás-os-Montes, la región fronteriza en la que la tierra lusa se codea con la Castilla norteña de Salamanca y Zamora o con la Galicia sureña de Ourense. Y lo haremos internándonos en su libro Trás-os-Montes. Un viaje portugués.  

A TERRA FRIA. Llamazares inicia su viaje entrando en Bragança una mañana de agosto de un año indeterminado (suponemos que es a mediados de los noventa del pasado siglo). Siguiendo una opción estilística similar a la que pusiera en práctica Camilo José Cela en su Viaje a la Alcarria, utiliza la tercera persona para identificar al protagonista de la narración: es “el viajero”. Un viajero que no debe ser confundido, nos advierte Llamazares, con el turista: “turista es el que viaja por capricho, viajero el que lo hace por pasión”, nos advierte.

Bragança es la primera estación de un recorrido en el que lo acompañaremos por unas tierras y unos pueblos y ciudades que parecen anclados en un siglo anterior, como si el tiempo no pasara por ellos. Trás-os-Montes es una región al margen, con vida propia, con ciudades provincianas y aldeas casi abandonadas, con viejos cafés centenarios, hoteles belle époque y balnearios decadentes que parecen surgir de cualquier novela del siglo XIX.  “Desde la lejanía, viniendo de España, Bragança es una estrella de piedra en la distancia, una luciérnaga inmensa que desaparece y reaparece a cada curva de la carretera”, escribe Llamazares.

Es el principio del primer apartado o “jornada”, cuyo título es “La tierra fría”.  En él asistiremos a la “feira” de agosto de la citada ciudad y a la evocación de parte de su historia, conoceremos, desde la butaca donde afeita a los clientes (y a nuestro viajero), al barbero Manuel Costa, y saldremos a la carretera en busca de nuevas aventuras circulando junto a pueblecitos como Portela, Fontes, Formil, … “Son pueblos pobres, pequeños; viejas aldeas de piedra perdidas entre los montes y rodeadas de algún castaño y algún campo de centeno”. 

«-¿Habrá en el mundo una tierra más pobre que esta?
– Sí. Tras-os-Montes, en Portugal.»

A Llamazares no le basta el paisaje. Necesita al calor de la gente, la cercanía de quienes construyen la cotidianidad de los lugares que visita. […] La prosa de Llamazares es directa, sin adornos aunque con algunas iluminaciones propias de su condición de poeta, y contribuye con eficacia a que el lector se sitúe dentro del libro y se sienta partícipe de las andanzas del viajero.

Terminará la segunda parte del recorrido en el pueblo de Pêso da Régua, al que el viajero llegará de noche y en cuyos alrededores, según Saramago, “el arte de los bancales alcanza su perfección”.  El pueblo recibe, con el Duero (aguas que llegan de España), a una multitud de gentes que buscan el frescor de sus orillas. “Toda la gente del Duero, desde Miranda hasta Oporto, parece estar hoy aquí”, nos dice Llamazares. Y en Régua da fin a su segundo capítulo. Y lo hace sentado junto al Duero, donde “recuerda aquel arroyuelo que él vio nacer una vez entre los pinos de Soria, en España, en las cumbres azuladas y lejanas del Urbión. Cuánta agua y cuánto tiempo y cuántos fuegos artificiales no habrán pasado por él”. Pronto reanudaremos el viaje. Y seguiremos fascinándonos con las tierras y las gentes de este rincón de Portugal.

A TERRA QUENTE. Esta segunda entrada nos lleva de Vila Real a la mágica estación férrea de Pinhão, en el camino hacia el Duero. «A terra quente», tal es el título de la tercera jornada de Llamazares en su viaje por Trás-os-Montes. El escritor sale de Vila Real por la mañana, tras haber dormido en un hotel desde cuya ventana recuerda que el río Corgo no está lejos, «rugiendo bajo los puentes». A caballo de su prosa, que oscila entre la poesía y una narratividad transparente, directa, nos aprestamos a acompañar al escritor por un recorrido que concluirá provisionalmente en Pinhão, junto al Duero.

Tras desayunar y orientarse con un mapa y con la experiencia del conserje del hotel, sale a la mañana para dirigirse al Solar de Mateus. Llamazares nos cuenta que se trata de una finca situada «a tres kilómetros en dirección a Sabrosa», poblada de una frondosa vegetación convertida en inmenso jardín, visible desde la carretera, en la que se levanta el Palacio que lleva el nombre de la finca. El viajero dice tener la sensación de haber accedido al escenario de un cuento de hadas. […] Con la palabra de Llamazares nos dirigimos, después, a las fragas de Panóias, el santuario situado no lejos del palacio y lugar donde se anuncian vestigios, anteriores a los romanos, que hablan del origen de Portugal.

De Panóias llegamos a un lugar sagrado para todos los amantes de la literatura: el pueblo donde nació Miguel Torga, el lugar mítico en que se desarrolla su novela autobiográfica y obra maestra La creación del mundo. Santo Martinho de Anta, escribe Llamazares, se encuentra «en medio de los viñedos, en un desvío a la izquierda y detrás del edificio en el que Torga asistió a la escuela». El viajero se enfrentará a la escuela vacía que acogió al Torga niño, caminará por las calles vacías («es la una y media del mediodía y los vecinos deben de estar comiendo», escribe) y nos cuenta que el pueblo está en fiestas, algo que anuncia un arco de bienvenida.Tras pasar por el Café Pensión Central e informarse de las posibilidades de paseo del pueblo gracias al propietario del Café (que fue amigo de Torga), no dirigimos con él a la casa: «Es una casa pequeña, de apariencia muy humilde y rodeada de un huerto. El mismo huerto que Miguel Torga cruzaba cuando era niño». Después visita la iglesia, camina por las calles de la aldea y culmina el recorrido en el cementerio, donde su halla la tumba del escritor bajo un enorme pino.

Bajo un calor canicular, Llamazares nos llevará hasta Sabrosa, un pueblo que «mira ya al Duero» aun sin dejar del todo el monte. En Sabrosa hablará con bomberos, combate el calor con cerveza y no tarda en dar continuidad al viaje bajando al fondo del valle, hacia Pinhão, ya a la orilla del Duero. […] Y es allí, en la estación de Pinhão, esperando un tren no tan antiguo como el edificio, donde terminamos por ahora nuestro viaje. Después, vendrán los parajes del Alto Douro, un río en las antípodas del que los lectores conocen de sus caminatas por la Castilla de sus riberas precedentes. Pero en esa lectura nos empeñaremos otro día. 

TEXTOS DE Letras Viajeras, un blog para viajar por la imaginación escrito por Manuel Rico, poeta, narrador y crítico literario.

IMAGEN: Braganza (FOTO: Pixabay).

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