Viajar en tren tiene algo de nostálgico, de historia vivida a cámara lenta. Quizá por eso, cuando Agatha Christie decía que “viajar en tren es ver la vida”, se refería a recorridos como la Linha do Douro, una de las rutas ferroviarias más bellas de Europa. Este trayecto atraviesa el norte de Portugal siguiendo el curso del río Duero, entre paisajes de viñedos, montañas y perqueños pueblos que parecen detenidos en el tiempo.
El recorrido comienza en Oporto, ciudad imprescindible por sí sola, y finaliza en el pequeño pueblo de Pocinho, tras cuatro horas de viaje y más de una veintena de paradas intermedias que incluyen nombres tan sonoros como Régua, Pinhão o Tua.
Los vagones, restaurados con mimo y evocando las décadas de 1940 a 1970, conservan la estética clásica que convierte la experiencia en un viaje al pasado.
Y lo mejor: los billetes cuestan entre 8,35 y 26,10 euros, dependiendo del tramo y de si se elige ida o ida y vuelta. Para muchos viajeros, el tramo más espectacular es el que discurre entre Régua y Pocinho, donde la vía serpentea junto al río y cada curva ofrece una nueva postal: colinas cubiertas de viñedos, pequeñas estaciones de azulejos coloridos y la luz dorada que baña el Alto Duero, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

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«Linha do Douro, el viaje soñado», texto original de Manuel Hernández Leal (2024) para Espacio Fronteira.
El tren del Duero no solo es un medio de transporte, sino también una ventana abierta al paisaje cultural y vitícola más emblemático de Portugal. En el camino, merece la pena detenerse en algunos enclaves, como Pinhão, corazón vinícola de la región, o explorar el Valle del Tua, donde los municipios de Alijó, Murça o Vila Flor ofrecen naturaleza, bodegas familiares y miradores que cortan la respiración.

TEXTO ORIGINAL DE C. Acuña para https://www.vanitatis.elconfidencial.com/ IMAGEN: Carris Schindler (1400 Class) da Linha do Douro – Comboios de Portugal (Foto: Wikipedia)

