Ha bastado una década para que el calentamiento global, en parte, haya alejado más del 50% de los ejemplares de cormorán grande que migraban cada año hasta Zamora en invierno, donde permanecían hasta la primavera en busca de temperaturas más templadas que las del Norte y del Este de Europa, de aguas como las del río Duero en las que el hielo no les impida pescar. El cormorán ayuda a equilibrar el ecosistema en un río como el Duero conquistado por especies exóticas introducidas por los pescadores para disfrute del deporte y perjuicio de las autóctonas.
El río Duero, a su paso por la capital zamorana, ha salido de su ruta al suavizarse las gélidos temperaturas de Dinamarca, Rusia, Reino Unido y Francia, desde donde viajaban porque las aguas se congelaban y no podían pescar, una tónica que se está dando en otras regiones limítrofes.
El calentamiento global deja a Zamora capital sin gaviotas, sin ánsares y sin el 50% de cormoranes, que se quedan en sus países de origen. Los datos se recogen en el Censo Internacional de Especies Acuáticas Invernales.
Todos los cormoranes de una misma zona se reúnen cada noche en un mismo árbol para dormir, los denominados «dormideros». El primer censo de dormideros de cormorán grande realizado en 2013 permitió conocer que había 16 en el tramo del Duero, que acogían a más de 1.800 ejemplares a lo largo de su cauce. Aunque hoy no se detectan dormideros vacíos, los expertos constatan que donde antes había cien ejemplares ahora hay 40. De hecho, alguno de esos árboles puede llegar a soportar más de 300 pájaros de esta especie. Fuera del núcleo urbano existe alguno; los cormoranes recorren hasta 50 kilómetros para pescar en el Duero y pasar el día en el tramo urbano del río.
Las gaviotas, pocas y en el vertedero
Las gaviotas reidoras y las sombrías llegaban por miles en otoño y no partían hasta mayo. Este invierno tampoco se han dejado ver en la capital; hay alguna (unas 200), pero en el vertedero, donde siempre han comido. Este escasísimo número no ha permitido el disfrute de la típica estampa de otros años de bandadas planeado en el cauce urbano del río, donde acudían para asearse, variar un poco la dieta y hacer un poco de vida social. Al anochecer se iban hacia Coreses. Muchas terminaban en el embalse del Esla, en Montamarta o San Pedro de la Nave. Estas aves carroñeras recorrían a diario decenas de kilómetros para buscar campos de cultivo donde deglutir pequeños animalillos, una labor que alterará, sin duda, el ecosistema.
Otras especies comunes se han quedado en el lugar de origen, como el pinzón real o las miles de bisbitas (parecidas a la alondras) procedentes de Escandinavia, Polonia, Gran Bretaña y el norte de Francia que solían estar en zonas de praderas y lugares abiertos. El zorzal real y el zorzal alirojo, especies que venían del Norte de Europa en grandes cantidades en otoño y en invierno, tampoco han migrado prácticamente este año.
Las grajas de Rusia, que no es el cuervo que vemos aquí, venían mucho, y desapareció, una señal de los efectos del cambio climático y de los fenómenos extremos, como tormentas, inundaciones o sequías.
José Alfredo Hernández, ornitólogo y naturalista de Zamora
Otras especies siguen viniendo pero las cifras cada año son menores. Este invierno tan suave ha repercutido en el descenso de las bandadas de ánsar común que también arribaban en el Duero, en Montamarta, y que copaban los campos de cultivo para alimentarse. Este año no han pasado de 200 ejemplares, cuando años atrás había más de 30.000. Sin embargo, las poblaciones europeas de origen continúan siendo las mismas: la invernada en Holanda o el norte de Bélgica se ha disparado porque se están quedando más al norte. El cambio en los cultivos de esos países, más favorable para estos gansos, que son vegetarianos, también influye. Son los antepasados de las ocas domésticas que se han reproducido en el Duero por obra de la mano del hombre.
CON INFORMACIÓN DE La Opinión/El Correo de Zamora
IMAGEN: Río Duero a su paso por Zamora (www.turismo-zamora.com)
